D. Antonio García Barbeito

Quincuagésima segunda tertulia con D. Antonio García Barbeito

 

La voz de Antonio García Barbeito se expande por el salón que nos resguarda de los primeros fríos. Y cuando su voz se expande, abraza y da calor. A sorbos de la manzanilla este hombre vivaz y curioso domina la conversación en la herencia de aquellos largos silencios que le invadían cuando de niño observaba la vega del Guadiamar y regresaba a su pueblo mientras soñaba leer algún día aquel libro que los maestros le decían que contenía todas las palabras. No es difícil entender que el silencio sea cuna de una oratoria cercana y atrayente como tampoco lo es que de esas manos marcadas por la siembra y la recolección puedan brotar textos tan suyos como de todos. Esa es la generosidad de nuestro tertuliano como lo es su educada insolencia y su inconformismo sobre el protocolo y lo rancio de esta Sevilla nuestra que envejece pese a que algunos no quieran. De sorprendente memoria, de insuperable entonación en cada verso que habla y recita, pues ambas cosas las hace a la vez, García Barbeito se confiesa como un insaciable hacedor del habla muerta y en desuso que él mismo hace renacer para que la desolada y olvidada palabra regrese a su adolescencia y juegue con esas otras palabras que los modernos tiempos imponen y reducen como si la prisa también tuviera cabida en una íntima conversación de dos amantes en el lecho. Nada desaparece, nada muere si se ama y nuestro tertuliano ama cada verso, cada párrafo, cada palabra que mana de su garganta mientras el prematuro atardecer de este mes de diciembre no quiere marcharse, quiere quedarse solo un momento.

Escuchen los de afuera que el silencio calla cuando llega Barbeito.